Aguchita vio que la prostitución no es una profesión ni está en armonía con la visión de que el trabajo es un aporte sagrado al desarrollo humano y al tejido social. En el siguiente extracto, adaptado del libro Aguchita: Misericordia y Justicia, vemos lo elocuente que era sobre sus sentimientos hacia la prostitución y cómo educó activamente a las hermanas de su comunidad sobre la naturaleza explotadora y abusiva de la prostitución.
Aguchita comentaba sobre las “almas que se estaban perdiendo”, “los jóvenes que se iban al abismo” y sobre “algunas chicas que se entregaban a la prostitución y al alcoholismo”. En las conversaciones con sus hermanas, no dejaba de comentar sobre casos de mujeres maltratadas utilizadas como objeto y que no eran tratadas como personas. Se preguntaba: “¿Por qué esas mujeres tienen que sufrir?, ¿acaso ellas también no son imagen de Dios?”. Una de las hermanas contemplativas, conmovida por lo que escuchaba, preguntó qué podía hacer para entregar a aquellas mujeres al menos un vestido. Aguchita le dijo que ella conseguiría algo de tela y que las hermanas harían vestidos para ellas. En otras oportunidades, llamaba a una de las hermanas y le pedía que le ayudara a tejer roponcitos o chompitas para las niñas.
Los Documentos de Posición de la Congregación sobre la prostitución de mujeres y niñas se basa en la dignidad de la persona humana. Nos llama a ser articulados que la prostitución es una forma de violencia de género y expresar solidaridad con quienes son vulnerables a ser objeto de prostitución: palabras y hechos que Aguchita realizó hace más de 40 años. Hoy en día, la prostitución sigue sin tener lugar en una sociedad global que lucha por la igualdad de género. Pregúntese: “¿Qué papel juego yo en mi comunidad para ser un educador activo y un agente de cambio sobre la prostitución?”