Aguchita se preocupaba de que cada mujer encontrara su talento y lo pudiera desarrollar y aprovechar de la mejor manera posible. En el siguiente extracto, adaptado del libro Aguchita: Misericordia y Justicia, leemos cómo Aguchita trabajó para desarrollar estrategias sostenibles para el desarrollo económico con comunidades locales, asegurándose de que la generación de ingresos sea pragmática y efectiva para las mujeres y familias.
Cuando las mujeres no tenían dinero para comprar alimentos para los niños, Aguchita las incentivaba para que logren bordar y coser, y las motivaba a hacer algún tipo de negocio con las cosas que habían hecho. Algunas tejían chompas, otras hacían zapatos y otras realizaban trabajos en repostería. Tras elaborar sus productos, se ponían de acuerdo para venderlos y, así, cubrían sus necesidades inmediatas. Con eso, como decía alguien: “Ya teníamos alguito para comprar”. Si quedaba algo de ganancia, se destinaba al fondo de solidaridad, pues se trataba de “enseñar a ahorrar de centavito en centavito”.
El Documento de Posición de la Congregación sobre la Justicia Económica nos llama a aumentar nuestra capacidad para comprender la dinámica de la exclusión económica global, abogar por una mejora económica y transformación social, expandir programas e iniciativas que lleven alivio práctico para la pobreza. El documento enfatiza que estos incluirán una diversidad de modelos que respondan a situaciones locales y moverá a las mujeres hacia la inclusión en las economías dominantes. Aguchita fue pragmática en la forma en que facilitó que las mujeres usaran y desarrollaran sus habilidades para empoderarse económicamente y fue sabia al enseñarles cómo ahorrar para el futuro. La suya no fue una respuesta rápida, sino más bien una que sirvió para lograr un alivio social y económico a largo plazo. En tu vida y misión, ¿qué contribución haces a la justicia económica? ¿Qué puedes aprender del enfoque de Aguchita?